domingo, septiembre 09, 2012

El arte de educar

El Arte de educar (2)

El rol de l@s docentes y su vocación política.  En mi caminar por América, en más de una ocasión he constatado maestr@s sin una clara visión de su rol como agentes de cambio.  Más específicamente, he palpado la ausencia del compromiso político (ojo, no me refiero necesariamente a militarismo partidario) que tod@ maestr@ debe asumir en su tarea como educador(a).

Si la educación ha de transformar las relaciones sociales, entonces los y las maestr@s debemos asumir el reto de hacer de nuestra práctica docente un ejercicio de liberación, donde niñas y niños se sientan aceptados desde su propia realidad y desde dicha realidad poder acompañarles en su propio proceso de cambio.  La práctica pedagógica así concebida implica un abordaje abierto de los temas que permean nuestro mundo, sean estos de ámbito individuales, locales, regionales o mundiales.  En tal sentido, educar es propiciar un diálogo profundo sobre los temas que interesan a la comunidad educativa.

Ahora bien, para que el/la docente pueda participar con entereza de dicho diálogo tiene que conocer necesariamente el ambiente en que viven sus educandos.  No se transforma lo que no se conoce, éste es un viejo principio muy propio de la tarea pedagógica.  Si como docentes queremos acompañar a nuestr@s estudiantes en su propio proceso de desarrollo, entonces debemos avocarnos en conocer y comprender el ambiente en que ell@s se desenvuelven más allá de la escuela.  O lo que bien podríamos resumir diciendo que el arte de educar está intrinsicamente ligado con la intención política de acompañarse a sí mismo y  a la otra persona con miras a descubrir los elementos significativos de transformacion social y de crecimiento personal y colectivo.  En fin, la tarea educativa no puede distanciarse del amor como meta última y de la comprensión, tolerancia, solidaridad y justicia social como partes esenciales del proceso para alcanzar dicha meta.

Eduacar se hace preciso y la transformación de l@s docentes en dicho proceso tiene que ser constante.  Siempre hay espacio para mejorar nuestras posiciones particulares en torno a temas algidos y no tan algidos de nuestra vida cotidiana; siempre hay que estar disponible a asumir la tarea de revisar, re-evaluar y cambiar las perspectivas asumidas.  Esto es imprescindible para mantener la coherencia del oficio y arte de educar.  El/la docente que no dedica tiempo a re-pensar y asumir con integridad su papel político en su práctica pedagógica, no sólo está mal acompañando a sus educand@s, sino que tiene muy poco que aportar a la transformación social que el mundo require.

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