| Puesta de Sol desde la casa en Monteverde, Costa Rica |
La patria, tan defendida inútilmente en canciones e himnos que no mojan la realidad de la gente que los canta, se ve atrofiada por nuestras acciones cotidianas, esas que sí representan lo que somos y creemos como individuos y como sociedad. El comercio se hace pan nuestro de cada día cuando lo que importa no es vivir los grandes valores de libertad que motivaron nuestros movimientos independentistas, sino la cantidad de banderas y otros objetos que son vendidos alrededor de las efemérides patrias.
El sentido cívico asociado al patriotismo se nos ha ido al suelo. De aquí a que no sea extraño observar (como me decía un amigo) gente que llevan muy bien sus banderas, pero se pasan el semáforo en rojo; personas que dicen amar su patria pero se les olvida que el suelo patrio no es distinto al que ellos contaminan tirarando basura en la calle. Seguro que usted también se preguntará que tipo de patriotismo es el que profesa el representante político o servidor público que se lucra a costa del pueblo y de los bienes del Estado. No creo que sea necesario mencionar nombres aquí ya que los ejemplos nos sobran.
La patria siempre será un proyecto ideal, pues, siempre habrá espacio para mejorar lo que somos. Ahora bien, el aceptar la patria como proyecto ideal de procesos inconclusos no debe ser la excusa para mantenernos en este estado letárgico que nos impide abrazar cambios sociales significativos. Debemos despertar e involucrarnos en salvar la patria, pero con un real compromiso y significado de patriotismo; éste como práctica de la justicia, el trabajo, la libertad, la paz y el diálogo como algunos de sus elementos esenciales. Es así, como entiendo, debemos hacer patria.
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